lunes, 16 de diciembre de 2013

La comida

En estas fechas se nos acumulan las comidas de empresa, las cenas familiares y los reencuentros con amigos a los que vemos prácticamente solo por Navidad.
 
Debemos reconocer que la comida se ha convertido en una red social, un espacio de comunicación donde nos sentamos a hablar delante de comida.
 
Reconozco que soy de esas personas que comen porque si no se mueren. Me gusta la comida, pero no disfruto del acto en sí. Por eso el otro día, mientras picoteaba de mi tupper sin ningún entusiasmo y haciendo otras cosas me he dado cuenta de la poca importancia que tiene comer cuando estamos solos.
 
Una comida familiar dura varias horas, se elabora la comida y se charla. Cuando comemos solo picoteamos como pavos del tupper, bueno en mi caso, supongo que aún quedan humanos en la Tierra que comen en casa, comiendo lo más deprisa posible, sin saborear la comida. Yo llego a límites extremos, pues me llevo lo primero que pillo y me da exactamente igual. Pero mi actitud cambia el fin de semana, que es cuando tengo más tiempo. En esos momentos sí que disfrutas de la buena comida elaborada por mamá, de la textura y del sabor.
 
No solamente el fin de semana disfrutamos de la comida. Si salimos a comer en una pausa del trabajo con amigos la cosa cambia. De nuevo charlamos, disfrutamos de la compañía ajena y somos capaces de desconectar.
 
Creo que el problema es el tiempo que dedicamos a comer, que cuando tenemos trabajo roza la media de 10 minutos, me pregunto cómo vamos a disfrutar de algo si no le damos tiempo en nuestra vida. Si comemos mientras trabajamos o leemos el periódico, pensamos en la  compra o en otras miles de cosas comer se  convierte en una necesidad y no en una afición. Y comer es necesario: pero también es un placer.

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