sábado, 6 de agosto de 2016

La mujer nueva de Carmen Laforet

Tiempos de verano, lecturas opresivas. La afición por la literatura española de posguerra, esa generación asfixiada que plasmaba en su producción las frustraciones propias de una infancia libre y una adolescencia dictada, quizá no sean la mejor opción para la playa y el sol. No obstante, provocan un placer sublime en el lector interesado por la psicología de este triste momento.

En "La mujer nueva" Carmen Laforet nos habla de las vocaciones de fe. Pese a ser un tema de poca actualidad y nada cercano  la autora, la sola marca de esta autora me hizo darle una oportunidad al libro. Duro al inicio, profundo en su desarrollo.

Nuestra mujer nueva es Paulina, una aspirante a beata de iglesia que recibe su gracia divina en un tren que la lleva a huir de su insulso matrimonio producido por las circunstancias en medio de la guerra civil y de su insulso y maltratador amante, para mas datos, familiar de su marido. 

El libro discurre por ese verano en un Madrid sofocante, donde las beatas acuden a misa a diario y controlan si las usuarias llevan o no medias. En un Madrid insulso, lleno de polvo y amargura, donde los jóvenes aspiran a ser lo que nunca conseguirán y Paulina se plantea una vida dedicada a la religión.

Pese a que el inicio me resultó especialmente duro (Tengo una técnica, si un libro me aburre de inicio cada día leo unas 10 páginas, así he conseguido reengancharme a algunos) al final lo disfruté mucho. Realmente la propia pesadez del libro ayuda a meternos en escena, a valorar ese verano insulso en una capital que no aspira ni a pueblo de provincias.

Las constantes referencias a los tiempos caóticos de la Guerra Civil, a las decisiones tomadas al vuelo, a los amores que crecen y se marchitan y sobre todo, a ese miedo que invadió la vida de los españoles durante décadas hacen que merezca la pena la lectura.

Debemos hacer un último apunte sobre como se trata la religión. La visión que nos da Laforet de la fe espontánea, se ve matizada por las reticencias de todos los personajes. A Paulina no hacen más que hacerla dudar de la veracidad de su fe, todos insisten en que tendrá dudas, en que un éxtasis pasa y el mundo que conoce de la religión no hace sino oscurecer la idea de una fe pura. En esos momentos en los que la asistencia a misa era obligatoria, el estado se definía como "la salvación de Europa" y otros muchos modos de control social, no es sino un acto de valentía escribir un libro que refleja una visión muy matizada de este momento.

Grande Carmen Laforet, como siempre.