¿Quién nos iba a decir a nosotros hace cincuenta años que íbamos a esperar con tanta ansia un año de nombre tan feo? ¿Quién nos iba a decir que íbamos a depositar nuestros sueños de mejora en un número que trae tan mala suerte en la cultura Mediterránea?
Sin embargo, todos tenemos la sensación de que esto puede hacer más que mejorar, porque si empeora estalla la revolución. Por ello mis mejores deseos para este año de nombre feo, en el que nadie se quiere casar pero que todos queremos que suponga un cambio, un enorme cambio a mejor.
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