Concursos de microrrelatos, reseñas de exposiciones y de películas, incluso este blog. En mi vida he sido tan prolífica. No sé si saldrá algo bueno de todo esto, pero me relaja muchísimo. No son tan cuidada como algunas amigas, que revisan sus textos y publican muy poco, a mí me hace falta cantidad, ser un poco alocada y dejar un espacio a todos los temas que forman parte de mi vida.
Siempre me ha gustado la idea de ser escritora, de poder reflejar mi realidad personal y que llegue a los ojos de otras personas. La capacidad transmisora que tiene un buen escritor, que te transporta a su mundo imaginado y te empapa con su saber, es simplemente envidiable. Me encanta Isabel Allende, que tiene la capacidad de empezar un libro cada año pues siente la necesidad de contar una nueva historia.
No sera una profesión que reporte muchos beneficios económicos, en realidad tengo el terrible gusto de no sentirme realizada en ninguna profesión de esas que a priori dan mucha pasta, pero increíblemente bella. Además parece que el don de la escritura viene acompañado del don de la palabra. Los escritores suelen hablar como los antiguos oradores y tienen temas de conversación muy amplios.
Desde que empecé a escribir el año pasado, por temas de artículos y ponencias, he sentido el deseo de escribir mejor, con más estilo y gusto. Me he aficionado a conocer las normas de redacción y a intentar cuidar un poco más mi expresión. Para una persona caótica como yo es muy complicado seguir estos pasos, pues tiendo a perderme en la marea una y otra vez.
No se si conseguiré tener algún día buena pluma y automaravillarme con mis palabras, por ahora me quedo con el simple placer de ver lo que escribo y de la relajación que me invade el cuerpo cuando acabo un párrafo.
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