En la vida hay cosas que vivimos por un tiempo pasajero. Algunas son muy agradables y otras suponen una cuesta insuperable en el largo camino de nuestra vida. Pero si es una etapa se pasa.
Ahora veo muy cercano el cierre de la etapa de este Máster en Formación del Profesorado, Máster que he sufrido y odiado mucho. He disfrutado las prácticas, pero he odiado la docencia. Por ello me provoca una reflexión.
Hoy he dicho por fin adiós a mis alumnos, tras varios intentos he tenido que ir superponiendo visitas al centro pero hoy ha sido la única. Y no lo puedo alargar más porque dentro de poco me incorporo al doctorado y tengo que dedicar tiempo a mi tesis. Por eso me he dado tanta caña con el Trabajo de Fin de Máster, para terminarlo lo antes posible.
Al final me gusta el trabajo final que he hecho, aunque he de reconocer que muchas cosas las he hecho a trompicones. En el primer cuatrimestre no tenía mucho tiempo, por lo que hacía muchas cosas en el trabajo, aunque las hacía con bastante mimo para lo que es habitual en mí. Me encantaron las prácticas cortas, los dibujitos y me pasé medio cursos con las pinturas Alpino en la mano.
En el Instituto he hecho un trabajo más maduro, de preparar clases, impartirlas, medir el tiempo, pensar, innovar, mantener el orden etc. A pesar de que estaba el contacto con los alumnos ha supuesto mucho más trabajo, pero mucho más ratificante.
Si hago balance tengo ganas de acabar, quizá porque es algo que empecé con pocas ganas y porque me considero timada, pero algo he aprendido. Por eso esta noche propongo un brindis por las etapas cerradas y su importancia, por vivir cosas distintas y por guardar siempre un cartucho y si salen mal las cosas tener otros recursos con los que afrontar la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario