Recuerdo una vez que fui a la pradera con 16 años con unos amigos, a comer tortilla y bocadillos y a mirar el mercadillo tradicional. Recuerdo la gente sentada en el césped, la fiesta y la feria de los niños, pero no la ermita ni el santo.
Esta vez he acabado allí por mediación de una amiga, ésta sí, muy asidua a la fiesta local. Por primera vez en mi vida he pasado por la iglesia y he visto la cola de la gente que va a rezar al santo o a pedir prebendas, he paseado por los puestos de forma ordenada y me he metido en la fiesta.
El tiempo acompañaba, había mucha gente en la feria pero por el resto de la pradera no había tanta masificación y la crisis ha afectado a los precios reduciéndolos considerablemente. Un paseo por los alrededores, un sangría al sol en el césped y para casa. No estuvo mal la verdad.
Algunos niños iban vestidos con el "tradicional" traje de chulapos y chulapas, pongo el entrecomillado porque el traje de chulapo no existe. Bueno, existir existe, como el de Iron Man o el de los pitufos, pero no responde a una realidad histórica ni a un modo de vestir de una época. El traje regional de chulapo lo inventó la Sección Femenina para dar a Madrid un traje propio, ya que no lo tenía y poder así realizar su asignatura de Bailes Regionales con atuendo propio. Repuestos de la decepción de no poder imaginar nunca un Madrid lleno de chulapos y chulapas hemos de reconocer que es un traje bonito, muy extraño pero bonito. Es ajustado por arriba y acaba en una falda con mucho vuelo pero que empieza en la rodilla. No te deja andar bien porque se ajusta a las piernas y el pañuelo te asa de calor. Si llevas dos flores estas soltera, si llevas una, casada. Si eres como yo, que de pequeña mi madre me ponía tres no se sabe.
Pero cuando veo a los niños vestiditos con sus trajes me parecen monísimos, y más cuando bailan el chotis, ese baile tradicional sencillo como el que más que se puede bailar en una baldosa, no hace falta más que rotar sobre ella.
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