En este caso el protagonista es un hombre muy especial al que le deja su novia de años en un momento clave, recibe una llamada para encontrar a un niño desaparecido en la isla de Capri, donde sucedió un acontecimiento en su adolescencia que le hizo cambiar su perspectiva de vida.
Se trata de una vuelta a los temores de la infancia, a las desidias de esos momentos en que nuestra vida circula en torno a los miedos y la desesperanza. También se habla de los errores que cometemos por miedo en la vida y de la posibilidad de repararlos.
Merece la pena hacer una pequeña mención a que se trata un tema muy presente en la literatura pero de una forma un poco mística, las personas que cambian nuestra vida de un soplido. Pasan por delante de nosotros, a veces no están mucho tiempo pero nos cambian nuestras bases vitales y las recordamos de por vida. No son personas especialmente brillantes ni carismáticas sino que nos pillaron en el momento justo de la vida en que la gente nos marca.
He de decir que es un libro un tanto desordenado. El narrador es el propio protagonista y salta de un tema a otro cuando el dolor le impide seguir contando lo que tenía en mente. Aunque produce que el lector se enganche a veces es un poco confuso, y es un recurso un tanto peligroso porque puede aburrir al lector. Me ha recordado un poco a la maravillosa Menchu de Cinco horas con Mario que incapaz de confesar su infidelidad no para de dar vueltas a lo mismo, y de contar lo mismo una y otra vez.
Califico el libro de muy buena lectura, de nuevo es un libro breve con títulos de capítulo imposibles pero muy agradable de leer. Me gusta especialmente las enseñanzas vitales que alberga en sí y que me hacen reflexionar continuamente.
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