Y completando mi maratón sobre reseñas de libros llegamos al que ya me acabé en tierras inglesas, en concreto en el autobús camino de Oxford.
Viola es una mujer casada que ha sido infiel toda su vida, pero una noche de viernes su marido Carlo la llama desde el hospital porque su hija adolescente, Luce, ha consumido drogas y ha sufrido un daño hepático que le está costando la vida. Carlo se ofrece como donante pero se descubre que él no es el padre de la niña.
La historia es muy sencilla y gira en torno al tema de las mentiras que duran años y de la entrega total a la pareja. Desde la primera línea nos damos cuenta que la protagonista no se merece lo que tiene. Viola es una mujer egoísta en extremo, que ha tenido la suerte de encontrar un marido que la cuida y la defiende.
Quizá la parte más divertida es la relación de odio de la madre de Carlo hacia Viola, odio que dura desde hace años y se traduce en desplantes y malas caras que el pobre Carlo trata de solventar, o incluso de ocultar.
El lado negativo de la historia es que la figura deslumbrante que es Carlo haya dejado de lado a Viola en el cuidado de la hija. Carlo ha asumido toda la paternidad y Viola es una mera espectadora de esta relación de complicidad. La vida de Viola ha sido plena, pero alejada de su familia y de espaldas a la verdad, una vida vacía, sin sentido...
Dentro de la simplicidad de la historia me ha gustado la manera de enfocarlo, pues no es tanto la culpa lo que marca al personaje principal sino el tiempo mal invertido. No hay deseo de condena, ni de redención, es lo que ha sucedido.
Me habría gustado conocer más al personaje angelical de Carlo y ver sus luces y sus sombras, pues pese a su intrínseca bondad todos tenemos un límite, y es lo que nos hace más humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario