"Vivo en Atenas, pero no es Atenas lo que veo" es una frase que pronunció uno de esos famosos viajeros, el nombre aquí no viene al caso, cuando ilusionado por el redescubrimiento de los grandes escenarios de la Antiguedad se instaló en Atenas. ¿Que se encontró? Pues una ciudad parecida a un zoco árabe, en medio de la dominación turca y llena de recobecos.
En lo alto, despuntando el horizonte estaban los restos de la Acrópolis, pero con un partenón convertido en fortaleza y polvorín y con el Erecteion remodelado y usado como harén.
¡Qué lejos estaba de esa Atenas de Pericles, la vencedora de los persas en las Guerras Médicas, la inventora de la democracia y de la Filosofía!
Los viajeros llegaron a inventar teorías sobre la deformación de la raza griega por contacto con los turcos, sobre la degradación del idílico suelo griego, donde ellos pensaban que crecía el trigo como por generación expontánea y ahora solo veían rocas...todo para no ver la realidad ateniense.
Después de dos meses viviendo en Atenas he conocido lo mejor y lo peor. Por un lado esta la Acrópolis, el ágora, el museo bizantino y el museo arqueológico. Por otro están las calles levantadas, el autobús que no llega, los drogadictos y el agua que cae de los aires acondicionados a las calles. A Atenas se la quiere tal y como es. Yo digo cariñosamente que es una Alicante en grande, con sus casas blancas y sus toldos, sus terrazas desordenadas y su aire decadente. Pero la adoro, tal y como es.
Por eso me resisto a cambiar en Facebook mi lugar de residencia a Madrid, por eso hecho de menos la comida griega y mi pisito en la residencia, (por muy cutre que fuese y aunque estuviera en el peor barrio de Atenas). Echo de menos pasear por la noche y ver la Acrópolis iluminada, oir griego por las calles, montarme en el autobús por la puerta que yo quiero, y volver a mi casa dando un paseo y no tras dos horas de metro en buhos interurbanos. Porque no es Atenas lo que veo...pero me gustaría verla.
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