Novelita veraniega. Aprovechando viajes de autobús interminables recurro a los libros...o los libros acuden a mí.
La protagonista es un ama de casa llena de sueños en el pasado, y aburrimiento en el presente. Lo dejó todo ante un embarazo inminente y poco a poco se ha ido distanciando de su esposo. La crianza de sus hijos, las ausencias del esposo, la convivencia con las vecinas y el hecho de que retome de nuevo su afición a la pintura hace que lo deje todo para viajar a Egipto y seguir su destino, sea el que sea.
Es un libro un tanto místico, habla más del reencuentro con uno mismo y del valor de la amistad que de la vida familiar. Lo importante es la consecución de los deseos vitales, no tanto el éxito o la vida que nos ha tocado vivir.
Esta escrito a modo de carta, destinado a la madre que vive en el pueblo y que nunca entendió a su hija. Es una confesión a la figura materna, con la que la protagonista siempre ha tenido una relación tensa y ciertamente intimidatoria.
Al ser muy cortito se me ha acabado muy pronto y me ha sido muy fácil leerlo. No da grandes saltos en el tiempo, sino que sigue un orden lógico, por lo que es muy fácil de seguir. El punto del miticismo le da originalidad aunque no deja de ser una novela ligera de verano, que pasa por tu vida pero no deja una huella eterna.
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