La semana pasada fui a donar sangre. Desde que tengo 18 años dono de manera periódica, no cada 4 meses, pues después de donar me siento muy débil y me cuesta recuperarme, pero si dos veces al año.
Esta última vez me han hecho más daño que nunca. Normalmente las enfermeras dedicadas a la donación son las mejores, las más amables, las más eficientes, las más simpáticas. Hay mucha lógica en ello pues trabajan para gente que de forma gratuita se deja extraer su sangre sin estar enfermo y la dona. Al sistema sanitario le supone un ahorro considerable aunque aún a día de hoy hace falta comprar sangre.
La enfermera que me tocó era igual de amable que las otras y muy eficiente, pero ha sufrido los recortes. Las agujas de donar sangre son especiales, pues ha de pasar mucha sangre por ellas. Gracias a los recortes han puesto unas baratas, mal diseñadas que no permiten movilidad. La enfermera tiene que dar tirones y luchar por colocarla, con el consiguiente daño al paciente.
La amable enfermera me pidió disculpas y me explicó la situación en la que se ven por la crisis, dentro de poco a lo mejor no tienen ni agua para ofrecer a los donantes, como sigamos a este paso.
Hay cosas en las que no se puede ahorrar, y la calidad del instrumental médico es una de ellas, no podemos sacrificar a todos los donantes que tenemos, a la generosidad y disposición que muestran estas personas. El personal médico ha de trabajar a gusto, pues salva vidas. Podemos ahorrar en la renovación de uniformes y batas, sábanas o colocar menos máquinas expendedoras de alimentos, pero la calidad del material que salva vidas no puede tocarse. Probablemente se haya ahorrado mucho dinero con estas agujas baratas, pero está claro que quien va a donar lo sufre....quizá es que las altas esferas tomadoras de decisiones no son solidarios y no donan su sangre, y por eso no notan la diferencia.
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