El jueves pasado me tocó cuidar de un examen de Cambridge con niños de sexto de primaria. Los pobres iban asustados por la presión, tenían ganas de acabar y no sabían casi ni rellenar las instrucciones. A pesar del suplicio que supuso conseguir este trabajo fui con muchas ganas, primero porque pagaban bien y luego porque trabajar con niños me motiva mucho.
Mi trabajo fue más de animadora y revisora de los datos de los exámenes que de profesora de inglés, pues no estaban para que nadie les hablara en otro idioma.
Me gustó mucho ver sus caritas esforzándose por entender las palabras difíciles y como agudizaban el oído en el listening. Algunas partes fueron francamente difíciles y parecía que lo lograban comprender.
Lo más aburrido fue llegar a donde Cristo perdió el mechero y luego ir a Alonso Martínez a devolver los exámenes para su corrección, junto con decenas de examinadores como yo.
En definitiva, es una experiencia que me gustaría repetir.
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