El invierno es muy duro, tenemos muy pocas horas de sol (y con esa feliz idea del cambio de hora los disfrutamos muy poco) y llueve, y hace viento y no tenemos tiempo para hacer lo que nos apetece. Por eso es una maravilla cuando llega la primavera.
De un día para otro en Madrid sale el sol, los días se hacen más largos y nos empieza a estorbar el abrigo. Empezamos a hacer planes, viajecitos y sonreímos más.
Todos los ventajas, menos el cambio de armario, que me supone horas de planta agotadores.
Por todo ello, feliz bienvenida a la tan deseada primavera.
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