Últimamente cada vez que te planteas ir al cine tienes que contar con cuatro horas de tu tiempo libre, eso si el cine está cerca. Media para ir y para volver, esperar la cola y casi tres horas de película, cuando no son más.
Entre los problemas de no poder pasar comida en la sala, una hipocresía ya que luego te venden de todo en la cafetería del cine y las colas interminables a cinco minutos de la peli a veces a uno le entra la desesperación. Por no hablar del precio, dentro de poco va a ser más caro que ir al teatro, que al fin y a cabo lo hacen para tí.
Pero lo que más cuesta arriba se me hace es el gusto por las películas extralargas, parece que una película de una hora y cuarenta no puede ser buena. Lo malo de estas películas es que por muy entretenidas que sean pierden el ritmo enseguida, y entre la introducción y el desenlace pasan dos horas donde te ha dado tiempo a que se te ponga el culo cuadrado. Cuando llega el final lo que quieres es irte.
Incluso cuando te tienen enganchada siempre te dará pereza volverla a ver, o lo haras en cinco trozos, perdiendo el hilo muchas veces. Reconozco que soy una espectadora complicada, casi siempre parto las películas y me gusta hacerlo, porque me da tiempo para reflexionarlas, pero una peli tan larga me da pereza siempre.
Por eso me pregunto de dónde viene esta moda absurda donde no se corta donde se tiene que cortar y no se recurre a la calidad de la síntesis bien hecha, sino que se aburre al espectador.
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