Todos los viernes saben mejor que los otros días de la semana. Quizá sea porque es un día normal de la semana pero que se hace esperar y nos depara cosas positivas. Todos los viernes nos levantamos con una sonrisa, esperando que llegue la tarde y podamos disfrutar del tan merecido tiempo libre.
Los viernes es un día de planes, de esperanzas, de propuestas y promesas que no siempre llegan a buen puerto. Los sábados saben a la ansiedad de tener que hacer muchas cosas, y los domingos a traición, porque lo bueno siempre se acaba.
He tenido una semana horrible en el trabajo, porque no me ha salido nada bien y ha sido mi culpa. Sin embargo, esta mañana me he levantado de buen humor porque ya llegaba el descanso y me he puesto a trabajar con otra actitud, incluso todo me ha salido un poco mejor.
Por eso acojo el viernes con buenas intenciones, con ganas de hacer cosas y de disfrutar, de no obsesionarme con los exámenes y dejar un poco de tiempo para descansar. Este finde mi chico trabaja con lo que pasaré mucho tiempo en casa estudiando, pero me viene bien así. Me concentro mejor y no siento que le dejo de lado.
Ahora a esperar que acabe esta tarde de Máster para poder empezar a disfrutar del descanso que uno se merece después de cinco días de duro trabajo.
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