martes, 11 de diciembre de 2012

Aparatos electrónicos incoherentemente caros

El fin de semana pasado llegó LA TELE. Digo la tele porque es un pantallón de 55 pulgadas que mide la mitad del salón.
Reconozco mi excepticismo a la hora de comprar tal aparato, en fin, para una usuaria de la televisión más que ocasional tales excesos parecen excesivos. 

Y la tele llegó, envuelta en una caja enorme y llena de poliespán. Montarla fue una Odisea, pero finalmente pudo posarse sobre el suelo y ser encendido.
Veredicto; SE VE DE PUTA MADRE. Parece una pantalla de cine, puedes contar los poros de los actores y ver las arrugas de los vestidos. 

Sergio opina que el sonido no es bueno, de hecho ya ha encargado la correspondiente equivalencia en sonido, pero yo opino que se escucha genial. ¿Un exceso? Tal vez, pero la vida está compuesta de pequeños placeres que hacen nuestra vida más feliz. No todo puede ser importante para todo el mundo, los hay que se gastan el sueldo en un coche y los que lo guardan para el mausoleo familiar. Al fin y al cabo el dinero sólo un vehículo con el que financiamos nuestras aficiones. 


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