En palabras de Panzol el verano es el momento del año en el que vivimos una vida que no es la nuestra y nos planteamos si podríamos vivir así eternamente. ¡Que gran verdad! El año empieza en septiembre...Cuando tenemos que volver a madrugar, a depender de la agenda y a planificar todo el curso.
Llevo toda la semana pegada a la agenda, agenda que tenía olvidada desde mayo. Reuniones de asignaturas, planificación de idiomas y cursos, incluso volver a apuntar las películas que quiero ver (¿Por qué en verano no se me olvidan y, en cuanto entra septiembre, vuelve mi memoria pez?)
Hay algo morboso en la vuelta al cole. Están los proyectos, las promesas y los propósitos de enmienda. Y los primeros días son durísimos.
Todos somos conscientes de que nuestros abuelos se pegaban un viaje de 8 horas Valencia Madrid en un 600 un 30 de agosto y el 1 de septiembre estaban en el trabajo tan panchos. A nosotros no nos pasa eso, nos cuesta horrores encender el ordenador y mirar los archivos olvidados. ¿Será la globalización? Yo creo que simplemente vivimos mejor, y se nos nota.
El primer día en el gimnasio es la muerte. Vas toda ilusionada y a los 5 minutos en la bici ya estas destrozada y sudando como un cerdo. Vale que hace calor, pero manchar el suelo con tus churretones de sudor es demasiado. Y al día siguiente...no te puedes ni mover. Agujetas en los abdominales, en los brazos, en los muslos. Y ahí esta el momento clave, tras el primer esfuerzo se dividen las personas en dos tipos; los que tiran la toalla y los que siguen. Algunos nunca volverán, hasta enero, por supuesto, la otra época de buenos propósitos. Pero otros volverán al día siguiente, andando desacompasadamente y perjurando por las agujetas, pero cogerán de nuevo el ritmo en el trabajo.
Aquí estoy, el primer viernes del curso, de nuevo con mi blog....bienvenido septiembre, bienvenido nuevo curso.
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