Estamos ante una novela desgarradora sobre la vida de un muchacho Ridley. En los tiempos previos a la I Guerra Mundial Ridley pasa de ser un don nadie hijo de obrero a ser el protegido de un pintor, Sir Alfred. Haciéndole recados aprende a pintar y pasa sus años de adolescencia en un ambiente que no es el suyo donde conoce al amor de su vida, Nadine.
Con la llegada de la Gran Guerra Ridley no puede hacer más que alistarse y servir a su país en una guerra que se caracteriza por su crueldad, su larga duración y las terribles heridas que sufren los soldados en el centro. Por su parte Nadine ejercerá de enfermera cuidando a los soldados desde la tranquilidad de su ciudad natal.
Esta historia de amor épica se entrelaza con la del capitán Peter Locke, casado con la superficial Julia, obsesionada con envejecer mientras su marido sigue en el frente y su cuñada Rose que trabaja en un hospital para heridos a los que se les ha deformado la cara en el frente. Esta extraña pareja, desalmada y que llega a conmover al lector, son un matrimonio que solía amarse, pero que la guerra ha separado de manera inevitable.
Todas las críticas coinciden en calificarla como una historia de amor de tintes épicos. El amor sufrido, desengañado e intermitente triunfa sobre todas las adversidades pero no me quedo con solo esa parte de la historia.
La narración del desarrollo de la guerra, de la desesperación del frente y del deseo de los jóvenes soldados de librarse de una guerra eterna esta muy bien conseguida. Lo mismo sucede con la descripción de las deformidades en los soldados, provocados por las bombas y la guerra biológica y como la medicina ha de avanzar a pasos agigantados para dar solución a tal problema. Me ha resultado muy interesante y me he sentido enganchada tanto a la historia de Ridle y Nadine, un amor puro y adolescente como al desesperado intento de Julia por hacerse oir entre los traumas de su esposo Peter.