Generalmente no presto demasiada atención a los días oficiales de algo...al día de la mujer trabajadora, al día de los teatros o de la lucha contra el SIDA. Pero cuando se trata de libros la cosa cambia. Quizá sea por mi afición desmesurada a y ellos, por lo que disfruto teniendo uno entre mis manos leyendo y envolviéndome en la historia que se cuenta.
O quizá sea porque a mí me gustaría ser escritora y plantearme una vida frente al ordenador, plasmando las historias que se me ocurren en todos lados pero nunca encuentro el momento de escribir.
Ahora estamos en un mundo en el que se da menos importancia al libro. Ha llegado el formato digital, que es increíblemente cómodo y al que nos estamos pasando todos los buenos lectores. Pero perdemos algunas cosas, con los libros, y especialmente con los libros antiguos, desarrollamos una especie de relación que va a través del tiempo. Aquel libro que leímos de adolescentes, y que ya huele a viejo, lo interpretamos de otra manera de adultos o nos llaman la atención otras cosas. Yo no soy amiga de subrayar y garabatear los libros, pero hay gente que recupera viejas frases que le llamaron la atención en su momento.
Lo que sí es un tesoro es encontrarte un viejo marcapaginas o un billete de autobús o de tren cumpliendo la misma función. En ese momento te acude la nostalgia del tiempo perdido.
Las librerías sufren pérdidas pero el usuario cada vez lee con más comodidad. Ya no acumulamos libros inservibles en casa, que llenan estanterías y que hay que limpiar, sino que solo compramos los libros que realmente nos gustan, para conservarlos para la eternidad. El bolsillo del librero se resiente, pero es la evolución de los tiempos modernos. Con esto no me quiero posicionar en contra del libro electrónico, al contrario, estoy encantada con el mío.
Hay docentes que parece que valoran menos que se lea en un soporte digital, cuando el acto de leer palabras es el mismo...hay gente que siempre se opone a la tecnología. Yo creo que nos ha abierto un mundo nuevo, en el que consigues un libro en segundos y lo lees por curiosidad. Antes si un libro se hacía famoso tenías que esperar a comprarlo o que alguien te lo prestase, ahora te lo bajas y lo lees a la vez que tu pareja o tu amigo, y lo comentáis juntos. Esa evolución, para alguien como yo, que le gusta comentar los libros, no tiene precio.
Por eso dedico este día del libro a las nuevas formas de lectura que nos están animando a compartir nuestras aficiones y han ampliado el abanico de libros que caen en nuestras manos.