Llevábamos tiempo pensando en ir a este viaje, pero como muchas cosas en la vida se nos salía de presupuesto. Lo único bueno que ha traido las revueltas en el mundo árabe es que se ha contagiado un sentimiento de histeria colectiva y la gente no quiere ir allí. Para muchos da igual Egipto que Tunez, porque realmente no saben donde estan y no lo diferencian.
Por ello encontramos una oferta muy buena, y luego estuvimos con un poco de miedo porque justo estalló la revuelta estudiantil y no sabíamos si iban a cancelar el vuelo o no. Pero el caso es que llegamos.
Desde el primer día nos comimos una media de 10 horas de autobús por día pero vimos muchas cosas. En la Capadocia vimos el parque de Goreme donde estan las iglesias de los primeros cristianos, llenas de santos pintados en las paredes. Son iglesias excavadas en la roca, ocultas de los paganos perseguidores y donde se inició el culto. También vimos los valles del amor, de las palomas y otros muchos mas. Las chimeneas de las hadas son incomparablemente más bellas desde el cielo, por eso cogimos un viaje en globo que nos costó un pastizal pero que mereció la pena.
Luego fuimos al sur y visitamos un montón de yacimientos griegos. Pamukkale es la antigua Hieracómpolis. La ciudad esta suministrada por unas emanaciones naturales que arrastran gran concentración de calizas. Por el arrastre de esas sustancias han teñido de un blanco glacial las piscinas donde emana el agua. El paisaje es muy parecido a una pista de esquí en plena temporada. El agua sale caliente, la única pega es que no hay mucha y para mojarte te tienes que tumbar en el suelo.
Vimos Efeso y Pergamo, poleis de los reinos helenísticos. Todas estaban tremendamente bien conservadas y se puede pasear por sus calles. El único problema es el calor, que no era tanto como yo esperaba pero que no te dejaba ni moverte. En Éfeso pudimos ver unas casas romanas muy bien conservadas que se situaban en una colina, se conservaban alzados de hasta 3 metros y frescos.
Y por último la gran Estambul, europea y asiática, musulmana y laica. Es una ciudad de contrastes, donde está el zoco y la calle europea. A pesar de todo pudimos ir a la plaza Tabsin y ver la zona nueva.
Santa Sofia con sus cúpulas y sus sistema de pesos es la entrada más cara, pero al menos una vez en la vida hay que entrar. A pesar de que no pudimos ver el Top Kapi porque cierra los martes dedicamos tiempo a ver más mezquitas y entramos en el maravilloso museo de arqueología que conserva piezas como los sarcófagos de Sidón y el sarcófago de Alejandro.
Algo que me sorprendió fue el ambiente de las mezquitas, sus exigencias respecto al vestido y el silencio pueden ser molestas para los turistas pero permiten conservar el ambiente sacral del templo, lo que para mi es una ventaja. Las paredes de azulejos, los suelos con alfombras y el espacio diáfano me hacen recibir parte de la espiritualidad que rodea un lugar sagrado.
En cuanto a la comida merece la pena que haga una mención a lo delicioso que estaba todo, desde los bocadillos de pescado a orillas del río Gálata en el Bósforo hasta los kebab de las calles. Todo me supo a gloria.
En fin, un viaje para recordar y disfrutar toda la vida, esperemos que sea posible seguir viajando a Estambul.
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