Novela policíaca llegada a mis manos por casualidad. En general no me gusta nada la novela negra o policíaca. No le veo la gracia ni al misterio, ni al asesino, ni al detective, ni al comisario. Además he tenido la mala suerte de que se ha puesto de moda y hay a patadas. De hecho, he de reconocer que he leído más de una bastante buena. Pero no, hay cosas que, o me doy cuenta a mitad del libro del tipo de género que es, o me da una pereza enorme empezar el libro.
En este caso me hizo gracia el título tan feo, porque mira que es feo el título. Nos narra una historia cruzada en la Barcelona actual en una agencia de detectives donde se investigan simultáneamente un posible caso de infidelidad en una pareja homosexual y un sucio asunto de diamantes, con el patriarca gitano y la mafia rusa de por medio. La agencia de detectives está regentada por dos tipos, el tonto bueno y el listo ratilla, el cual, este último, se mete en el turbio asunto del tráfico de diamantes y tiene que venir su amigo el tontorrón a sacarle del apuro. Mi personaje favorito es la secretaría Mercedes. Contratada por sus generosas curvas y que se dedica a hacerse la imprescindible mientras se lima las uñas y cotillea todo lo que puede.
En general todo el libro va un poco en la línea que se lleva ahora de combinar el crimen con humor e ironía. El detective no es un tipo listo injustamente tratado en los canales oficiales y por eso obligado a investigar por su cuenta sino que es más bien un simplón de vida fácil que pasa el rato y va obteniendo pistas casi por casualidad.
Lo mejor del libro está en su primera página. "Escogió España para su exilio porque en este país, según sus propias palabras, la policía era tierna y los jueces gilipollas". He de reconocer que se me saltaban las lágrimas de la risa y me lo puse de estado en Whatssup. No en vano es una afirmación que pega tanto con los tiempos que corren....
No diré que me ha dejado gran huella pero no está mal teniendo en cuenta lo poco que me gusta el género.
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