Este libro me lo recomendó mi cuñada Isabel, no porque se lo haya leído ella (aún no le ha dado tiempo) sino porque a su vez se lo han recomendado. Tras tanto tránsito de sugerencias literarias me lo he leído en estos días de finales de verano, en el que el aire deja de ser tan tórrido y se puede leer en la terraza.
La señorita Prim acude a un curioso pueblo perdido del mundo para responder a una oferta de trabajo para un puesto de bibliotecaria, lo curioso es que se solicita que la aspirante no tenga formación. La requetitulada Prudencia Prim consigue el trabajo sin apenas proponérselo y queda inmersa en la vida de un pueblo, San Ireneo, que vive de espaldas al mundo.
Prudencia notará pronto que la apacible vida de sus habitantes esta medida al milímetro: los niños no van a la escuela, sino que son educados en distintas casa, las mujeres han formado un club feminista que aboga por el matrimonio y por el trabajo de la mujer solo por las mañanas y, en general, Prudencia ve trastocados todos sus valores. El maestro y fundador de la colonia es su jefe, "el hombre del sillón" que mantiene con Prudencia curiosas batallas dialécticas sobre educación, religión y todo tema que se precie.
Realmente no sé decir si me ha gustado o no. Como pasa con todos los libros recomendados (o al menos eso me pasa a mi) mi expectación es que me encante, pero no ha sido el caso. A pesar de no ser muy largo se me ha hecho un poco pesado, creo que le falta ritmo.
Si bien la colonia de San Ireneo es encantadora no se profundiza demasiado en los orígenes de la colonia, que quizá sea lo más interesante. Todos están dotados de un misticismo del que no se saca partido.
La señorita Prim es un personaje muy común en la literatura, una Rottermeier más joven, muy leída y soberbia que ha de encontrar su sitio en una nueva comunidad pero que se resiste a renunciar a sus valores. Quizá no era mi momento para esto y quizá no he llegado al punto de entendimiento con él...pero lo califico solo de pasable.
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