Este fin de semana he vuelto a hacer un cocodrilo con abalorios. Sí, con esas bolas pequeñas que te vendía en Pontejos y con los que pasabas las horas muertas.
Tras un primer contacto fallido, pues los años han pasado, mi vista no es la misma y necesitaba un flexo para ver los agujeros de las bolas, me planteé recordar como se hacían.
Es curioso como recordamos cómo se hacen las manualidades, aunque haya pasado más de una década desde la última vez que las hicimos y no sepamos ni abrir un programa informático que hace seis meses que no tocamos. Quizá sea el afán del ser humano de progresar y olvidar lo que somos, homínidos que trabajan con las manos y no seres civilizados y tecnológicos.
He recordado lo mucho que me gustaba, y lo habilidosa que era. Me he dado cuenta del poco tiempo que invertimos en ese tipo de cosas, pero cuando un niño se convierte en la excusa, retomamos viejas aficiones como si no hubiesen pasado los años.
No tenemos tiempo, continuamente miramos el reloj, corremos como pollos sin cabeza sin pararnos para volver a ser niños....Dicen que la juventud es el periodo de los posible, pero la infancia es el periodo del disfrute y de las aficiones que duran toda la vida.
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