Roald Dahl es uno de los grandes escritores de la Historia de la Humanidad. Autor de muchas obras, para mí siempre será el padre de "Matilda" y sobre todo de "Las brujas". Aun pienso de vez en cuando en las brujas que llevan guantes porque sus manos son garras, y peluca larga porque son calvas...
En medio de la playa, tumbada en la arena, tostándome la espalda hasta que me rabiara, pensé en leer algo "infantil", o todo lo infantil que puede ser un autor eterno. Y no me defraudó, "El librero" es una historia sobre la especulación y la maldad, contado de manera muy sencilla.
Un librero de Londres, fofo y repulsivo, se dedica junto con su secretaría y desagradable amante a extorsionar a viudas ricas exigiéndoles el pago de un lote de libros eróticos comprados por sus difuntos esposos. Las mojigatas ricas, creyendo por completo la historia, no dudan en abonar la cuenta y dar un suspiro de alivio porque el tema no transcienda a las páginas amarillas. Así viven el librero y su secretaria, pasando largos periodos de vacaciones en lugares paradisíacos, comiendo marisco y afilando sus sucios dientes. Su tapadera es una tienda de viejo en el centro de Londres, que nos muestra la contraportada en un detallado plano, muy cerca del Parlamento.
Si bien la historia es muy sencilla, esta tan bien contada que te engancha. Quizá sea por su lenguaje infantil, por la sensibilidad del autor al crear cada personaje o por la cercana realidad de la extorsión mezclada con la sociedad de vergüenza, es una historia que nos parece reciente.
Como todos los cuentos, no existen los móviles ni internet, las facturas llegan puntualmente por carta y las noticias se miran en el periódico. El ambiente es una céntrica Londres, por la que tantas veces hemos pasado los viajeros, pues es el corazón de la ciudad. Pese a ser una zona de pocos comercios, quién no ha bajado desde Trafalgar square al Parlamento, y quizá por ello, añadamos nuestros recuerdos a cualquier novela ambientada en lugares conocidos. En los cuentos, todo esta lleno de un factor de atemporalidad que los hace imperecederos. No obstante, cualquier lector avispado ve la triste realidad de unos que quieren ocultarlo todo, y otros que saben como sacarle provecho.