viernes, 11 de agosto de 2017

El librero de Roald Dahl

Roald Dahl es uno de los grandes escritores de la Historia de la Humanidad. Autor de muchas obras, para mí siempre será el padre de "Matilda" y sobre todo de "Las brujas". Aun pienso de vez en cuando en las brujas que llevan guantes porque sus manos son garras, y peluca larga porque son calvas...

En medio de la playa, tumbada en la arena, tostándome la espalda hasta que me rabiara, pensé en leer algo "infantil", o todo lo infantil que puede ser un autor eterno. Y no me defraudó, "El librero" es una historia sobre la especulación y la maldad, contado de manera muy sencilla.

Un librero de Londres, fofo y repulsivo, se dedica junto con su secretaría y desagradable amante a extorsionar a viudas ricas exigiéndoles el pago de un lote de libros eróticos comprados por sus difuntos esposos. Las mojigatas ricas, creyendo por completo la historia, no dudan en abonar la cuenta y dar un suspiro de alivio porque el tema no transcienda a las páginas amarillas. Así viven el librero y su secretaria, pasando largos periodos de vacaciones en lugares paradisíacos, comiendo marisco y afilando sus sucios dientes. Su tapadera es una tienda de viejo en el centro de Londres, que nos muestra la contraportada en un detallado plano, muy cerca del Parlamento.

Si bien la historia es muy sencilla, esta tan bien contada que te engancha. Quizá sea por su lenguaje infantil, por la sensibilidad del autor al crear cada personaje o por la cercana realidad de la extorsión mezclada con la sociedad de vergüenza, es una historia que nos parece reciente. 

Como todos los cuentos, no existen los móviles ni internet, las facturas llegan puntualmente por carta y las noticias se miran en el periódico. El ambiente es una céntrica Londres, por la que tantas veces hemos pasado los viajeros, pues es el corazón de la ciudad. Pese a ser una zona de pocos comercios, quién no ha bajado desde Trafalgar square al Parlamento, y quizá por ello, añadamos nuestros recuerdos a cualquier novela ambientada en lugares conocidos. En los cuentos, todo esta lleno de un factor de atemporalidad que los hace imperecederos. No obstante, cualquier lector avispado ve la triste realidad de unos que quieren ocultarlo todo, y otros que saben como sacarle provecho.

La prisionera de Roma de José Luis Corral

Después de casi un año de silencio, que no de lectura, retomo a finales de verano esto de hacer críticas de literatura, por eso de oxigenar mi destrozada mente de la tesis. La utilidad de lo inútil lo llaman...

La prisionera de Roma cayó en mis manos por un trabajo sobre Zenobia de Palmira que tuve que hacer para una asignatura de mi segundo grado, asignatura que me trajo por el camino de la amargura, pero esa es otra historia. Viendo que había una novela histórica sobre la gran emperatriz siria, pensé, ¿Por qué no? Siempre se te quedan mejor los nombres y los años cuando los lees en una novela.

Zenobia de Palmira es un personaje histórico que despierta cierto atractivo, quizá porque fue capaz de desafiar a Roma tras la muerte de su esposo Odenato y decidió declarar la independencia del reino de Palmira como regente de su hijo. Como todas las mujeres de poder su historiografía la señala como una mujer de gran belleza y estadista, manipuladora, culta, conocedora de las artimañas del poder. Es una Cleopatra tardoantigua, de hecho, ella misma se identificaba con la famosa última reina de Egipto. 

La obra hace un recorrido de la vida de Zenobia desde su infancia, donde ya despierta pasiones, su matrimonio con Odenato, su declaración de independencia, la caída del reino de Palmira y su exilio en Roma, en una jaula dorada como esposa de un senador romano. 

Si bien se sabe poco de la emperatriz, se consigue hacer un relato de una vida de lujo y ostentación, donde todos los hombres caen rendidos a sus pies. Merece una mención especial el soldado griego mercenario que cae por casualidad en Palmira y acaba siendo el amante de Zenobia durante todos los años de independencia.

Una de las innovaciones que no nos señalan las fuentes es como Palmira se convierte en un crisol de religiones, con un cristianismo que despierta sospechas entre el resto de los adeptos politeístas y judíos y que se trata de convencer al poder para que persiga a esa nueva secta. Estamos en la época de los patriarcas, de los gnósticos, anacoretas y todo tipo de exaltaciones de fe que eran muy extraños ante una religiosidad antigua donde el rito importaba más que la creencia. 


¿Los puntos fuertes? Tiene fácil lectura y es fiel a lo que nos cuenta la Historia Augusta, la principal fuente, sin ser demasiado injusto con Zenobia. Son casi 600 páginas (en mi versión) que tardé casi un mes en leer pero que en ningún momento me hicieron perder el hilo. Además el Oriente tiene un encanto especial en nuestras vidas, el desierto, los oasies, el lujo oriental de la seda y el oro, que a nuestros ojos es un tanto hortera pero nos hace evocar ese Orientalismo del siglo XVIII. 

El problema del libro es que Zenobia es un ser sin corazón ninguno, en ningún momento parece una persona real, con sentimientos, deseos o incluso con un poco de crueldad. Parece una Pandora creada por los dioses y movida a su antojo, ni siquiera se la permite un poco de vanidad por su extremada belleza. 

Finalmente no puedo dejar de hacer una mención al hecho de que Palmira ha sido destruida hace pocos meses por la furia irracional del Estado islámico, que se ha propuesto destruir todo el patrimonio de lo que ellos consideran una herejía. Antes podíamos visitar las ruinas de Palmira, los palacios romanos y la última muralla de defensa. Hoy solo queda desierto y ruinas y las pocas piezas que se han llevado a otros museos. La irracionalidad humana no tienen límites, en eso no hemos cambiado nada.